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Revista de Ciencias Médicas La Habana 1999; 5(2)

EDITORIAL

A propósito de un 3 de Diciembre.

El 3 de Diciembre de 1833 nace en Minas, Camagüey, el eminente médico e investigador cubano Carlos Juan Finlay y Barrés. Su labor científica, bien conocida por todos, hizo que en su honor se declarara esa fecha como "Día de la Medicina Latinoamericana". En ese día, cada año, los profesionales de la salud recibimos un especial homenaje de reconocimiento de parte de pacientes, amigos, familiares e instituciones.

Hoy, en el año del 166 aniversario del natalicio de Carlos J. Finlay y en los umbrales del Tercer Milenio, el mundo asiste a un vertiginoso desarrollo científico-técnico que posibilita, por procedimientos diversos, tener acceso en busca de información o para ejecutar acciones terapéuticas, a las hasta hace poco tiempo inaccesibles áreas del cuerpo humano, trascendiendo fronteras de órganos, tejidos y células, llegando su alcance incluso hasta los elementos moleculares. Este desarrollo científico-técnico desencadena además, una avalancha de información científica, derivada de las investigaciones provocadas y propiciadas por dicho desarrollo. Nuevos conocimientos y equipos se suceden día tras día con mayor rapidez imponiendo cada vez más, altos grados de diferenciación y especialización a los profesionales de la salud .Pero debemos también reconocer que estas posibilidades, unidas a otros factores como la falta de tiempo de los especialistas (por exceso de trabajo, responsabilidades colaterales y acelerado ritmo de la vida), así como la tendencia de los pacientes al sobreuso de los recursos médicos (tanto humanos como técnicos), induce a algunos profesionales a desvirtuar la relación médico-paciente, minimizándola en tiempo y calidad, despersonalizándola al pretender reemplazarla por el uso, muchas veces prematuro e indiscriminado de los medios complementarios de diagnóstico y por complejos aparatajes terapéuticos. Sin embargo, el método clínico como particularidad del método científico, está validado por la práctica médica de varios siglos. El mismo se apoya principalmente en la información recogida sobre el enfermo, para identificar y definir su problema de salud. La fuente fundamental de esta información es la Anamnesis y el Examen Físico, que ningún equipo, por moderno y desarrollado que sea, puede sustituir. Como tampoco pueden sustituir al cerebro humano en el proceso de análisis y síntesis de esa información, para elaborar un diagnóstico presuntivo, como hipótesis a contrastar entonces, y sólo entonces, con los datos que aporten los exámenes complementarios realmente necesarios para confirmar o rechazar el diagnóstico inicial.

Por tanto los complementarios tienen su momento dentro del método clínico. Su uso extemporáneo o excesivo provoca costos adicionales no sólo financieros sino también, y más importante aún, en tiempo, molestias, dolor y riesgos para el paciente.

La medicina es la ciencia y el arte de la decisión para mejorar el estado de salud de los individuos, a través de acciones que siempre incluyen lo biológico y psicológico, y que trascienden, de una u otra forma al entorno familiar y comunitario.

El paciente no es un órgano ni un caso. Es un ser humano en el interactúan particularidades biológicas, psíquicas y de su entorno ecológico y social, que siempre estará necesitado del médico no sólo como el profesional diestro y apto que le oriente certeramente en cuanto a promoción, prevención y recuperación de la salud, sino también como el especialista sensible y capaz de proporcionarle bienestar a través de un gesto, una frase o una sonrisa.

Mientras que las máquinas, equipos e instrumentos, por muy desarrollados que lleguen a ser, en definitiva estarán siempre destinados a ponerse al servicio de quien los crea y domina: el Hombre. Rindamos homenaje a Finlay cada día velando celosamente por los principios bioéticos de No Maleficencia, Justicia, Autonomía y beneficencia. Seamos dignos herederos de los más puros legados de Galeno, Hipócrates, Avicena, Koch, Albarrán y tantos otros que junto a Finlay prestigian el encumbrado panteón de la más noble y humana de las profesiones.


Dr. Raúl Martínez Pérez.

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